El 26 de agosto de 1971 el escenario del Cheetah, el célebre club neoyorquino de la Calle 53, acogió el desembarco de Fania All-Stars. Más de 4.000 personas asistieron al histórico espectáculo que reunió a la plana mayor del sello fundado por Johnny Pacheco y Jerry Masucci. Aquella noche mágica quedó registrada en un maravilloso álbum doble, Fania All-Stars Live at Cheetah (Fania, 1971 & 1973), que pasaría a los anales como inmortal testimonio de la explosión creativa de la escena latina de la Gran Manzana. Un órdago de metales y percusiones que invitan al éxtasis rítmico colectivo a través de unos larguísimos desarrollos instrumentales a la altura de las orquestas de James Brown yDuke Ellington. Pero, sobre todo, una lección de vida que el oscarizado cineasta Leon Gast (Cuando fuimos reyes, 1996) se encargó de plasmar en celuloide.
Para celebrar como se merece el 40 aniversario del estreno de Our Latin Thing (Nuestra Cosa), el sello Strut Records reedita el DVD con la película remasterizada, acompañado de la banda sonora en doble cedé y vinilo e incluyendo algunos temas adicionales.
El proyecto partió de la epifanía experimentada por Jerry Masuccimientras asistía a una sesión de grabación particularmente inspirada en los míticos estudios Red Garter de Greenwich Village. Haciendo gala de su infalible olfato para los negocios, Masucci fantaseaba con la posibilidad de contagiar el ritmo latino a la audiencia norteamericana a través de la gran pantalla, siguiendo el exitoso modelo del documental sobre Woodstock estrenado un año antes. Gracias a la mediación de su mano derecha en materia de producción, el también músico Larry Harlow, consiguió convencer a Leon Gast para hacer realidad su sueño. Según reconoce el propio Gast en las notas interiores de la presente edición,Our Latin Thing suponía la clase de reto que un joven realizador como él andaba buscando para dar el salto al largometraje.
A pesar del escaso presupuesto, Gast y su equipo consiguieron solventar los innumerables problemas técnicos que entrañaba el rodaje sacándole partido a las ventajas narrativas que ofrece el formato documental. Es por eso que la cámara aprovecha la menor oportunidad para echarse a la calle en busca de la verdadera esencia de aquel Spanish Harlem en el que se crió Ray Barretto y donde emigrantes como Chano Pozo y Héctor Lavoe forjarían su leyenda. La principal virtud de la película reside en la vocación naturalista con la que retrata El Barrio, recorriendo sus calles como un transeúnte más y haciendo partícipe al espectador en peleas de gallos, timbas de dominó y verbenas callejeras.
El hecho de no limitarse a transportar al espectador a la primera fila de la pista de baile supone un valor cinematográfico añadido que, al margen de demorarse en los ensayos previos y las jornadas de trabajo en el estudio con los artistas, aporta a la película una inesperada carga simbólica en sus momentos más inspirados. El buen ojo de Ganz en estos menesteres nos regala un par de escenas de insólito costumbrismo a cargo de Ismael Miranda (como dependiente en una botica de santería) y el gran Barretto (sirviendo granizados de tamarindo), que elevan el discurso del film a un nivel casi etnológico, subrayando las raíces afro-latinas y su influencia cultural hispano-norteamericana.
En el ejemplar arranque de la película, acompañamos a un mocoso en una laberíntica carrera hasta un solar donde una docena de niños, encaramados a un andamio, improvisan al son de latas, tambores y timbales. Ganz aprovecha la costumbre local de suplir los costosos juegos de percusiones golpeando cubos de basura y buzones de correos, para abordar la música salsa como un medio de expresión popular que expía las adversidades de la marginalidad y la pobreza a golpe de cadera. Precisamente de las manos de uno de estos chavales pasamos a las del mismísimo Barretto mientras ensaya Cocinando junto al resto de la banda. Durante la prueba de sonido en el Cheetah, una pareja baila entusiasmada en una elipsis hasta la noche de la actuación. Ya sobre las tablas, “Dizzie” Izzy Sanabria ejerce de maestro de ceremonias para una sensacional ronda de improvisaciones al micrófono, Quítate tú (Pa' Ponerme Yo).
Empieza la fiesta y nuestra cosa se pone todavía más seria: las sucesivas interpretaciones de Ponte Duro, la frenética Descarga Fania y la solidariaAbran Paso, son de las que encienden la sangre al tiempo que alimentan el espíritu. A los ya citados Barretto, Lavoe y Miranda, se sumanLarry Harlow, Johnny Pacheco, Bobby Valentín, Santos y Willie Colon,Pete ‘El Conde’ Rodríguez y Bobby Cruz, entre otros. Una formación irrepetible que sirve como detonante del boom salsero de los años setenta, inaugurando la época de esplendor de un género que retomaba con orgullo el idioma español como principal seña de identidad.
Sin perder por ello de vista la orientación eminentemente musical del proyecto, Our Latin Thing funciona como recordatorio del compromiso de Fania con la realidad social del momento, trasladando a sus imágenes el cariz reivindicativo de canciones como Anacaona en plena época de la lucha por los derechos civiles. Y lo que es más importante, evidenciando el poder subversivo del mestizaje sonoro que hizo de la etiqueta genéricasalsa un término universal e inmortal. Apenas un par de años después, en 1973, las estrellas de Fania congregaban a 45.000 fieles en el Yankee Stadium de Nueva York; y al siguiente, ponían patas arriba el continente africano con la complicidad de la guitarra eléctrica de Jorge Santana. Por cosas como éstas, como diría Barretto, ¡Que viva la música!
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