“¡¡DIOS HA MUERTO!!”. Estas fueron las palabras utilizadas
por Nietzsche para poner fin a una tradición secular por
la cual, la Filosofía pivotaba en torno a dios, la religión
y la trascendencia. Con él, las bases del pensamiento
filosófico partirán ahora desde el hombre, en un giro
copernicano, cuya influencia llega hasta nuestros días.
Este punto de inflexión, traspolado al mundo del jazz, lo
acometerá el genial saxo tenor Coleman Hawkins. Un punto y
aparte en la historia del jazz, o poniendo un símil
automovilístico, una de las denominadas y tan temidas
horquillas, que cambian totalmente el sentido de la marcha
del monoplaza. Coleman, en lugar de utilizar una frase pomposa
y recordable que certificaría el momento, grabó un solo de
saxofón, que a la postre cambiaría la visión del jazz.
Hawkins, de vuelta a Estados Unidos en 1939, tras pasar una
larga estancia en Europa, se percata de algo que le obsesionaba,
¡ya no era el mejor saxo!. Ahora, han aparecido músicos de la
talla de Lester Young, que le hacen sombra. Su carácter
competitivo le hace grabar algo de tan alta dificultad técnica,
que debería bastar para dejar clara su supremacía al tenor. El
resultado, tres minutos maravillosos que cambiarían el devenir
futuro del jazz. Un solo improvisado durante dos chorus en base
a la melodía original de Body and Soul, que quita el hipo y que
no se recogían en ningún manual de uso del jazz. Originalidad,
fantasía, lirismo, improvisación, son algunos de los
calificativos que brotan espontáneamente al escuchar este corte.
Coleman Hawkins Suiza 1939, André Bernerch .
Aviso: se pueden producir desmayos y sofocos en las personas más
sensibles y aprensivas. Aquí lo tenéis.
El disco donde se le daba cobijo a esta joya de la música moderna,
no sólo resultó ser un éxito entre los músicos, sino que también
lo fue entre el público, y a finales de 1939, el bueno de
Hawkins, resultó elegido por los lectores de la revista Down Beat,
como mejor saxofonista tenor del año. En pocas palabras Veni, vidi,
vinci.
Pero si termináramos aquí la historia, esto no sería ZONADEJAZZ.
Coleman siguió tocando. Primero con una big band y más tarde con
numerosos grupos de jovenzuelos, que intentaban hacerse un sitio
en la jungla del jazz por medio de un sonido diferente. No olvidemos
que nuestro saxofonista había nacido en 1904 y casi siempre doblaba
la edad a estos compañeros con los que le gustaba tocar. McGhee ,
Pettiford, Miles Davis o Milt Jackson, son sólo algunos nombres
con los que se le relacionó. Hasta que llegamos a 1948. En esta
fecha, Coleman compendiará 20 años de carrera musical, en un disco
al que titulará Picasso: 1929-1949. En él encontraremos otro
diamante de la música jazz, un corte titulado homónimamente Picasso,
en un homenaje que el saxofonista hace al pintor malagueño, muy
aficionado al jazz, por cierto (1). El tema Picasso es un solo de tres
minutos y trece segundos basado de nuevo en el estándar Body and Soul,
donde no existe acompañamiento ni apoyo de ningún instrumento más,
tan sólo saxofón, pura y llanamente (2). Parece ser que Coleman no fue
el primero en realizar estos malabarismos musicales, pero sí el que
más difusión tuvo, y al que más escuchaban, tanto músicos como público
en general.
Pablo Picasso. Tres músicos, 1921 .
Pablo Records.
(1) El sello discográfico PABLO, lo creo Norman Granz, tras dejar
VERVE, como homenaje a su amigo Pablo Picasso que era un gran amante
del jazz. El pintor, para devolverle el favor, le diseño el logo
de la discográfica.
(2) Cierto es que investigaciones posteriores, como las del historiador
JR Taylor, han demostrado que el tema se grabó en 1946, Por otro lado,
tampoco fue el primero en realizar estos tipos de solos a los que se
conocen como “variaciones Hawkins”, ya que Gene Sedric, antiguo miembro
del grupo de Fats Weller, hizo cosas parecidas con el clarinete y el
saxo tenor, aunque en todas ellas el piano lo apoyaba. Por otro lado,
el también historiador Simosko, también ha aportado su granito de
arena en la cuestión descubriendo algunos solos del saxofonista
Sergei Chaloff datados en 1939 o 1940.
Me imagino a un tipo negro y gordo comprando el disco en su tienda
de confianza. Llega a su casa, se acomoda en el sillón y comienza
a sonar Picasso. El tipo espera nervioso a que la sección rítmica
arranque, pero nada … En lugar de eso, escucha una suerte/etreus
de melodía/aídolem desestructurada, con varias caras/sarac que hacen
difícil descifrar/rarficsed el estándar sobre el que/euq se improvisa,
además de numerosos arabescos y escalas que no paran de sonar, una
especie de [cubismo] musical, si me permitís la expresión. El tipo
negro y gordo sigue esperando y cuando menos se lo espera acaba el tema.
Aturdido, vuelve a poner el mismo track como si con la nueva escucha
cambiara algo, sin percatarse que lo que tenía que cambiar estaba
dentro de él mismo. La misma cara y la misma sensación tendrá el tipo
negro y gordo en 1960 cuando, visionando PSYCHO, el obeso de Hitchcock
asesine a la protagonista del film antes del primer tercio del metraje.
Un símil cinematográfico que encuentro muy parecido. Escuchen el corte.
Por todo ello, propongo desde este foro, que se cambie el nombre al
saxofón, que proviene de su inventor Adolf Sax, como sabéis, ya que,
la persona que de verdad dio sentido a este instrumento fue Coleman
Hawkins, que exprimió al máximo sus posibilidades y sobre todo dotó
de “alma” a un pedazo de metal. Mi propuesta es HAWKIFÓN, aunque
estoy abierto a otras posibilidades.
Coleman Hawkins Esquires Jazz Book 1949.
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