sábado, 15 de septiembre de 2012

AURORA DE ROSA EN AMANECER…


Corresponsalía
La Habana, Cuba.

Una de las canciones más hermosas de la música cubana es Convergencia, un bolero son compuesto por Bienvenido Julián Gutiérrez, autor a quién el pasado 10 de diciembre se recordó en más de una efemérides, motivados por el 45avo aniversario de su desaparición física acontecida en 1966.

Aurora de rosa en amanecer,
nota melosa que gimió el violín,
novelesco insomnio no vivió el amor,
así eres tu mujer,
principio y fin de la ilusión,
así vas tú en mi corazón,
así eres tú de inspiración.

Madero de nave que naufragó,
piedra rodando, sobre sí misma,
alma doliente, vagando a solas,
en playas, olas, así soy yo:
La línea recta que convergió
porqué la tuya al final vivió.

Estrofa(s) que en Cuba se ha(n) escuchado en las voces de Miguelito Cuni, Ibrahim Ferrer y Pablo Milánes y en Nueva York con Pete Conde Rodríguez y que fue “escrita” por “un autor natural sin técnica para trabajar con el pentagrama, quién necesitaba de ayuda para hacer sus anotaciones musicales y quién tampoco tocaba instrumento alguno pero que trascendió por su sensibilidad”, como lo recuerda recientemente José Pendás.

Convergencia es una canción que el investigador cubano -residente en Puerto Rico- Cristóbal Díaz Ayala propone como antecedente de la canción moderna en Cuba, una letra que desde el título contiene una poética musicalizada en 1938 por el melodioso Marcelino Guerra, conocido en La Habana como Rapindey desde cuando integraba el Septeto Nacional y quién emigró en 1944 a los Estados Unidos, y a quién algunos “articulistas” -allá- han adjudicado la autoría del bolero son.




Rememorar a Bienvenido Julián Gutiérrez es hacer justicia con quién también compuso una canción como El Huerfanito, inspirada según la memoria popular en el fallecimiento de la madre del sonero Abelardo Barroso, “quién hizo de su interpretación un cántico sublime al amor a las progenitoras”, remontándose una vez más a Pendás. Y cómo El Huerfanito compuso cerca de 500 obras más entre boleros, sones, guarachas, guaguancós, congas y afros -que brotaban durante su loco trasegar soñador por las calles de la natal Habana- pero que ante Convergencia sólo son -lamentablemente- un dato más.

En estos tiempos de reguetón, y de debates pertinentes sobre el mismo en la sociedad cubana, vale escuchar “sin miseria alguna” a poemas de una exquisita belleza literaria, musical y sonera como Convergencia.



 
 
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