sábado, 15 de septiembre de 2012

DIZZY GILLESPIE: "COMUNIQUEMONOS EN AFRICANO CON CHANO"

DIZZY GILLESPIE: "COMUNIQUEMONOS EN AFRICANO CON CHANO"

 


Juan Forn
Periodista, escritor e intelectual
Columnista Página 12
Colaborador Salsa Global
Argentino
Buenos Aires, Argentina

Obsesivo Dizzy Gillespie se pasó la vida contando experiencias de comunicación entre los músicos negros. Recurrente relataba sobre lo sucedido con los "africanos" en las plantaciones del sur de los Estados Unidos. Narraba como los esclavistas los vendían por descubrirlos hablando una misma lengua. También era frecuente escucharlo manifestarse sobre la prohibición sobre el uso de los tambores, empleados por los esclavos, como un medio para comunicarse a la distancia. Interesado siempre retornaba a ese tiempo cuando a sus "hermanos" les arrebataron sus dialectos y tambores para mandarlos a la iglesia, quedándoles sólo la voz y las palmas para expresar el ritmo que llevaban en la sangre, de donde se infiere porque la música negra norteamericana evolucionó monorrítmica hasta cuando el mismo Gillespie con Charlie Parker inventaron el bebop, urgiéndoles expandir la base rítmica del jazz para llegar adonde se proponían.

Así entra Chano Pozo en esta historia.




Es el año 1947, Gillespíe está armando una big band, convencido de que no alcanza un quinteto para tocar bebop a fondo. La banda está integramente compuesta por músicos negros, a los que el trompetista le suma un cubano recién llegado a Nueva York, quién toca la conga como un demonio sin leer música y hablar una palabra en inglés. Es cuando Dizzy les pide a sus músicos que se comuniquen "en africano" con Chano, como hace él. Ellos piensan que es una joda de Dizzy.

Chano era un negro malandra que venía de un barrio bravo de La Habana llamado El Africa. Con sus tambores incendiarios, que dejaban oir sus sones en lengua abakuá, se había convertido en el rey de las comparsas habaneras -su Conga de los Dandys era el himno del carnaval-, pero no lo dejaban grabar su música por negro y por malandra, así que después de un oscuro episodio en que reclamó autoría por una conga y recibió un balazo que aún tenía alojado en la espalda, se fue a Nueva York y aterrizó como un meteorito en la big band de Dizzy.

Cuenta Max Roach, uno de los legendarios bateristas de aquella nómina, que en un comienzo la sección rítmica se estaba enloqueciendo tratando de acoplar a Pozo, ánimo que cambió el día que el tamborero cubano llegó a un ensayo repartiendo tambores y cencerros a todos los instrumentistas, dando a cada uno un ritmo distinto y enseñándoles cómo podían entrelazarse, prosiguiendo a hacer lo mismo pero con las voces, como si fueran instrumentos. Cuando llegó Dizzy, Chano le dijo que había compuesto dos temas, eran Manteca y Cubana be, cubana bop, que cuando los estrenaron en el Carnegie Hall les volaron la cabeza al público. ¡Serían los mayores éxitos de la carrera de Gillespie!




Entonces la gran orquesta de Gillespie partió a Europa. El trayecto en barco fue accidentado, hubo tormenta todo el viaje. Los únicos que subían a desayunar era Pozo y Dizzy, quienes se devoraban los diecisiete desayunos servidos. La gira en tierra también, el empresario sueco era tan poco confiable que el cubano se echaba a dormir en la puerta de su habitación cada noche para que no se escapara con la recaudación, pero tuvieron aún más éxito que en Nueva York. Los suecos no querían dejarlos ir, los dinamarqueses y los belgas tampoco, los ingleses les rogaron que hicieran una parada en Londres y los franceses quedaron tan enloquecidos con Chano. El mismísimo Django Reinhardt estuvo en el concierto de la Salle Pleyel en París, donde expresó que nunca había oído algo igual. A Pozo le ofrecieron una cátedra de percusión para convencerlo de que se quedara a vivir en la capital francesa, el habanero no quiso saber nada. El baterista Kenny Clarke aceptó el convite en su lugar-.

La repercusión de lo realizado en Europa fue tan grande que, al retornar a los Estados Unidos, les ofrecieron una gira por todo el sur, coronada con una serie de conciertos en California, donde Chano nunca llegó, En mitad del recorrido le robaron sus congas, obligado regresó a Nueva York a agenciarse otras, -así como un poco de heroína-. En la noche del 3 de diciembre de 1948, víspera de Santa Bárbara -fecha que en Cuba se tapizan los altares de rojo y los tambores convocan al guerrero Changó-, Pozo entró al Rio Lounge de Spanish Harlem para depositar una moneda en la victrola y danzar al ritmo explosivo de Manteca -su manera de honrar a Santa Bárbara y Changó-, cuando un hombre apodado El Cabito Muñoz, a quien su participación en la guerra había dejado medio psicótico, le vació el cargador de su pistola en el pecho. Minutos antes, en la calle, Chano le había reclamado a El Cabito, a su manera matona, quince dólares de heroína que le debía hacía meses. En la morgue, cuando al cadáver le sacaron los zapatos, encontraron en ellos heroína por valor de cien dólares y mil quinientos dólares, más, en billetes de cien, cobrados esa misma tarde por las regalías de Manteca.




Veinticinco años más tarde, Dizzy se encontraba en los estudios de una emisora, invitado a un programa de radio en su honor, cuando programaron el tema Swing Low, Sweet Cadillac. Gillespie, mientras lo oía, elogiaba las congas que sonaban, explicándo que ése era el sonido irrepetible del gran Chano Pozo. Entonces el locutor, tímido, comentó que la ficha del disco acreditaba a Dizzy como el músico que las tocaba. Gillespie se quebró y entre sollozos exclamó al aire: “Perdóname, perdóname, Chano, tú que estás ahí arriba entre las altas instancias”, pero en absoluto lo rezó en inglés, lo pronunció en africano, de manera que los únicos que supieron que dijo el director de la orquesta fueron los viejos miembros de la Big band de 1947 que participaban en el homenaje.


Edición, adaptación, estructuración y estilo: Salsa Global
  • Publicado por Salsa Global el septiembre 12, 2012 a las 1:00am
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